sábado, 27 de marzo de 2010

Subversión desde DENTRO (muy dentro): Activismo y Patrulla Legal

Escrito por: Gabrielle Esteban, residente político de la Casa Trans y patrullero de la 7ma. Patrulla Legal

Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
Como leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar (…)

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
Como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
Y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.

Porfirio Barba Jacob. Fragmento de “Canción de la vida profunda”.


Llegué a Ecuador, a Quito, al PROYECTO TRVNSGÉN3RO, a la PATRULLA LEGAL, por pura curiosidad… unos meses antes de mi llegada, una muy querida amiga radicada en Chile, me habló sobre una entrevista que le iba a realizar a una Trans de Ecuador, que estaba por esos días de visita en ese país. Claro, cuando hablamos, mi amiga y yo teníamos la imagen mental de una trans como las que ya habíamos conocido en Colombia, o de aquellas que se ven en televisión o en las marchas del “Orgullo Gay”[1]… nuestras representaciones de lo Trans eran tan limitadas en ese momento, lo cual quedó tan claro, cuando al otro día, mi amiga llamó a contarme sobre la famosa entrevista y lo primero que me dijo fue… “uishhhh, tienes que conocer a Eli Vásquez” y durante una tarde entera me habló de Transfeminismo, Trisexualidad, “Trans de la cabeza”, “Asesoría Jurídica Itinerante” y “Usos Alternativos del Derecho”… todos ellos conceptos que, debo reconocer, sólo por asociación entendía. Mi amiga se enfrascó con la idea de que les escribiera y así poder viajar en el momento que pudiera para ir a conocer esa experiencia, que según ella “me transformaría” y me daría muchas nuevas ideas para mi trabajo en el COLECTIVO SENTIMOS DIVERSO… sobre todo, me daría una nueva perspectiva dentro de mi propio procesos personal, en mi iniciativa de construir algo con qué identificarme y que iba más allá de lo que yo catalogaba como Trans.

Las historias que mi amiga me contó, que a su vez Elizabeth Vásquez le había narrado sobre las actividades reloquísimas en las que con un grupo de personas salían en medio de las noches frías de Quito a hacer recorridos por los lugares en que tradicionalmente se ejerce el trabajo sexual por parte de transfemeninas, eran lo suficientemente intrigantes para mí, que era estudiante de Derecho en una prestigiosa universidad colombiana, a la que sus clases insípidas, aburridoras, conservadoras y sobre todo, deshumanizantes, me estaban llevando a tomar la decisión de abandonar esa carrera que no llenaba mis expectativas… por otro lado, andaba en una búsqueda muy importante en mi proyecto de vida: quería encontrarle significado a la palabra ACTIVISTA.

Todas esas fueron las razones para llegar a este proceso sin ser invitadx… me ganó la curiosidad, el desencanto por el proceso colombiano de diversidad sexual y las ansias de encontrarme… así que le hice caso a mi amiga y arranqué en mis vacaciones escolares hacia Quito… 783 kilómetros de distancia, 29 horas de viaje y 200 dólares en gastos, fueron los costos numéricos, mientras que la altura, el frío y el sueño fueron un costo más difícil de calcular.

Para mi primera noche de patrulla, la lección uno que Ana Almeida, Directora Ejecutiva del PROYECTO TRVNSGÉN3RO me dio, fue precisamente, sobre lo difícil que es el trabajo de la calle, porque es el territorio de ellxs, y ganarse el paso por su territorio, no es cosa obvia, hay reglas, que viéndolas en perspectiva, significan supervivencia, no más ni menos que eso. Hay un lenguaje, un horario, personajes (la policía, los batracios, los clientes…) que deben entenderse en ese contexto, que nos permiten ver esa realidad, pero eso no significa que podamos inmiscuirnos en ella.

Esa lección, me dio una señal. Generalmente quiénes comenzamos este tipo de trabajos, con una conciencia social, con un afán de cambiar eso que nos disgusta o no estamos de acuerdo, que nos parece injusto, pensamos que hay que arrancar de raíz eso que no entendemos, y creemos que eso cambiará en algo la situación, la mejorará… Lo que sucede en la calle es una de esas situaciones que uno quisiera cambiar… comprender a las transfemeninas, en su territorio, en sus dinámicas de trabajo, dónde arrancan a puños e insultos del frío y la lluvia, lo que comerán al otro día y sostendrán a su familia, otras a “su hombre” o “marido”, es bien complicado. “Chicas de la vida fácil”, diría mi abuelita y algunas de mis vecinas… ¿Fácil? Qué ironía. Lo que vi, me hizo comprender que el trabajo de la calle es una bomba de tiempo, que siempre les estalla en la cara.

La patrulla en la que comencé a participar era la séptima generación de personas que hacíamos ese trabajo. Estaba conformada por Ana activista transfeminista, Jorge, activista Intersex y yo. Generalmente la patrulla comienza a las 10 pm y hay que cumplir un protocolo de seguridad y de sistematización. Las reglas esenciales dentro del carro son llevar las ventanas cerradas, mantener cigarrillos en el bolsillo y no llevar nada de valor. Se hacen recorridos por distintas zonas de la ciudad, como La Mariscal, La Michelena y La Y. Todo depende de cómo esté el ambiente en cualquiera de esas zonas y de eso depende la duración de la patrulla.

Pues bien, en ese contexto llegó la lección dos de Ana: se puedes observar todo, pero no opinar nada. No se puede decir ni juzgar nada. Eso sólo lo pude comprender, cuando esa noche decidimos terminar la patrulla, luego de hacer una última visita a La Y, a eso de las 3 de la mañana. Nos bajamos del “cheverolo” (o el carro de la patrulla), caminamos hacia dónde se encontraban las chicas. Nos hicimos al lado de ellas y las veíamos trabajar. Era un asunto extraño para mí. Llegaban muchos “clientes”, en motos, en carros, a pie y ellas hacían su oficio delante de nosotrxs y nosotrxs en silencio…

Allí observé algunas cosas: cómo se enganchaba al cliente, o éste qué tipo de servicios iba a buscar, cómo hacían el contrato verbal y las diferentes formas de prestar el servicio que ellas ofrecían. ¿En qué pensaba en ese momento? Estaba impresionado, por lo que hacían y lo que les hacían… por quiénes eran sus clientes (guardaespaldas, funcionarios, esposos consagrados, personas que con la luz del día, deben verse bien diferentes a cómo yo les veía en ese momento). No fue nada agradable, sobre todo por la actitud de aquellos hombres, que buscaban a una persona, que luego se convertía en un objeto que les satisfacía.

La imagen más clara que tengo de esa noche, y que me reafirma en lo anterior, fue lo que sucedió cuando ya nos íbamos. Al estar con las chicas, conversamos de todo, mientras ellas van buscando clientes. Una de ellas, estaba frente a mí y la abordaron tres hombres, todos se transportaban en la misma moto. La conversación giró en torno a que uno de ellos, era llevado por los otros dos, porque quería “probar”, quería iniciarse en este gustico… mientras se cerraba el trato, los tres hombres manoseaban, “probaban la mercancía”. Hacía de todo con ella. De pronto, estalló un conflicto entre los cuatros protagonistas de esta escena. De un momento a otro, uno de ellos se puso agresivo y comenzó a pelear... Sin embargo, los tres hombres se fueron en su motocicleta, pero al pasar más adelante, agarraron a una de las chicas, que por primera vez salía a trabajar y que no era de la ciudad y sin compasión, le rosearon un gas muy fuerte por todo el cuerpo. Nosotrxs estábamos en la otra esquina y corrimos a ayudarla. Una de las tantas maneras de cortar el efecto del gas, es con el humo, por ello era tan importante cargar cigarrillos, pues con ellos ayudamos a la chica a calmar el ardor de la piel. Al mismo tiempo, otro cliente golpeaba a otra chica y al fondo se escuchaba una moto, la de los tres hombres del gas, pero ahora roseándonos a todos nosotrxs con el mismo gas pimienta. Fue terrible, pero no podíamos sino estar cerca al humo. A todxs nos cayó en la cara, pero la más grave era la primípara. Fumamos algunos cigarros más y permanecimos al lado de la fogata improvisada que hicimos para aminorar los daños de aquel ataque. La noche termino con algunas lágrimas, por el gas y algunas mías de indignación. Pero terminó.

No regresé a mí país al otro día… como varias personas pensaron y como muchas otras esperaban. Claro que se siente miedo, claro que es difícil el trato con las chicas, claro, pero claro que queda mucho trabajo por hacer, aunque sea agotador, aunque sea cuesta arriba, incluso más de lo que ya ha sido, pero como me lo enseñó Ana, lo que estamos haciendo hoy, no va a ser para nosotrxs, sino para quienes vienen después. Por ello vale la pena. Por eso no me fui.

Lo que se ha construido hasta ahora, son las bases sólidas de un proyecto político, en el que aquellas personas que por su construcción identitaria, pensaban que eran “anormales” o que la violencia de la policía, de los clientes, de los vecinos del barrio, era justificada, por ser ellxs quienes son, y que ahora, después de muchas patrullas, de muchas gaseadas, insultos, son capaces de pararse frente al patrullero de turno y reclamar y denunciar alguna de las violaciones a sus derechos, significa que eso de ”llevar el Derecho a la calle” tiene sentido; no es un absurdo pensar que estar recostadxs en el mismo muro de La Y, en la penumbra, en medio del peligro que ellas pasan y de su trabajo, hablando sobre sus derechos, escuchando sus quejas, sus historias, enfrentando a la policía, ahora dialogando con ella, para que todos comprendamos la amplitud de la palabra Derecho y la utilicemos para reconocer la dignidad de los cuerpos no heteronormados no es lo que un grupo de “gente reloquisíma” hace en las noches, es un proyecto de vida bastante lucido.

La Patrulla Legal ha sido un puente en medio de una frontera, que me ha permitido caminar por el borde de un mundo, que la sociedad oculta, porque le avergüenza; un mundo en que nadie puede ser juzgado, no hay culpables, pero en el que claramente se puede palpar la vileza con que un ser humano es capaz de tratar a otros seres humanos. Las noches son cómplices perfectas, como también son enemigas… en la oscuridad de la ciudad, de las calles, de los puentes es posible fracturar las “buenas costumbres”, como también es posible, sonreír porque se le gana a la vida una partida más, mientras se pasa la noche.


[1][1] En Colombia tenemos la fortuna de que no se llame del “Orgullo Gay”, sino Marcha por la Ciudadanía LGBT, aunque las reivindicaciones y la fecha sean iguales… una dura pelea que ganaron las mujeres del Sector LGBT de Bogotá…

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